Hispania romana

La romanización

A lo largo del tiempo, el conjunto de las tierras hispanas adoptó la lengua, las leyes, las creencias y las costumbres de los romanos. Podemos decir que los hispanos formaron parte del mundo romano. Esta adopción de las formas culturales y de los modos de vida se conoce con el nombre de romanización y expresa la completa integración de un territorio, en este caso Hispania, en la cultura romana.

El emperador Trajano procedía de Itálica, en la Bética. Asesorado por su esposa, la emperatriz de origen onubense Pompeya Plotina, nombró sucesor a su sobrino Adriano. Ambos fueron el ejemplo de la absoluta integración de la población de Hispania en el Imperio.


El urbanismo romano, un modelo de ciudad

Ya hemos visto que la cultura romana era profundamente urbana. Siguiendo el plano del campamento romano, muy simple y racional, los romanos exportaron un modelo de ciudad completamente diferente a las existentes entre los pueblos prerromanos de Hispania.

Se preocuparon de planificar ciudades, no solo en su trazado y sus murallas, sino en todas sus obras públicas.

Las ciudades romanas tenían edificios religiosos (templo), políticos (basílica, curia, foro), conmemorativos (arco) y de ocio (termas, teatro, anfiteatro, circo).

 

También contaban con un buen sistema de canalización de aguas (acueducto) y de alcantarillado.

  • Las ciudades estaban amuralladas y las calles se estructuraban formando una cuadrícula en la que se alineaban los edificios.

  • El eje de la ciudad venía definido por dos arterias principales: el cardo (eje N-S) y el decumano (eje E-O).

  • Estas calles se cruzaban en una gran plaza, el foro, centro de la ciudad y que albergaba los edificios públicos más importantes.

 

La adopción de la cultura romana

La romanización significó "vivir a la romana", no solamente en sus formas políticas o económicas, sino adoptando una cultura nueva y convirtiéndola en propia.

Las actividades agrícolas

La actividad agrícola se desarrolló y progresó en el territorio andaluz, como en toda Hispania, gracias a la introducción del arado, los molinos de grano, las prensas de aceite y vino, y nuevos sistemas de regadío.

También mejoró el cultivo de numerosos productos (frutas, hortalizas, cereales, olivos, vid, etc.). Desde Hispalis hasta Corduba había grandes zonas olivareras, y desde Gades a Malaca, zonas vinícolas. También era abundante la ganadería bovina, ovina y caballar.

Existía una red de explotaciones agrícolas, las villas, donde se producía un aceite de extraordinaria calidad muy apreciado en todo el Imperio.

La minería

La riqueza minera de Hispania era conocida y apreciada, como sabes, desde hacía siglos. Las minas eran explotadas por compañías en régimen de concesión y en ellas trabajaban, sobre todo, esclavos.

Los romanos estaban muy interesados en las minas de la Península. De ellas obtuvieron metales preciosos (plata y oro), cobrehierro y mercurio.

En Andalucía se explotaron las minas de plata de Castulo (Linares) y las de oro del Darro y del Genil (Granada), así como las de hierro, plomo y cobre de Sierra Morena.

 

Las actividades productivas y el comercio

Las ciudades se convirtieron en el principal centro de producción y comercio de mercancías.

En la zona litoral había factorías importantes dedicadas a la industria del salazón, sobre todo en la bahía de Cádiz, y numerosas instalaciones donde se producía garum, una salsa de pescado muy apreciada en todo el Imperio romano.

También existía una artesanía local, en la que destacaba la producción de cerámica. En la Bética se fabricaban grandes cantidades de ánforas para transportar el vino y el aceite que se exportaba a Roma.

 

Las relaciones comerciales por vía terrestre y marítima con el Mediterráneo se intensificaron. El río Guadalquivir se convirtió en vía de salida de la producción, que era embarcada en los puertos de Gades o Malaca.

La ciudad romana


Roma, el modelo