4. Los primeros reinos peninsulares


4.4. Las nuevas conquistas


El debilitamiento de Al-Ándalus

La división del Califato en pequeños reinos de taifas (1031) debilitó militarmente a Al-Andalus y benefició a los reinos cristianos, que tomaron la iniciativa militar y conquistaron amplios territorios entre los valles del Duero y del Tajo entre los siglos XI y XII.

Los reyes de taifas aceptaron el pago de las parias a los reinos cristianos del Norte, con las cuales aquellos compraban la paz y la permanencia en el territorio. Gracias a las parias, los reyes cristianos construyeron nuevos castillos, mejoraron el armamento y organizaron grandes ejércitos para futuras operaciones militares.

La expansión de Castilla y León por el valle del Tajo

Fernando I (1037-1065) presionó a las taifas de la zona y dirigió la repoblación en las tierras de Salamanca y Ávila.

Alfonso VI (1065-1109) conquistó Toledo (1085), capital del antiguo reino visigodo. A partir de ahí, el monarca y sus tropas ocuparon la zona al sur del Tajo.

A lo largo del siglo XII, los andaluces pidieron ayuda a pueblos norteamericanos (almorávides y almohadas) ante el avance cristiano, las pugnas internas entre los reinos de Castilla y de León supusieron un freno al avance cristiano hacia el Sur.

    Los almorávides llegaron a la Península tras la toma de Toledo por Alfonso VI. Consiguieron derrotarle en la batalla de Sagrajas (1086), detuvieron el avance de los reinos cristianos y dominaron todas las taifas de Al-Andalus.

 

    Hacia el año 1146, tras el declive almorávide, desembarcaron los almohades, que unieron las taifas a su imperio norteafricano e infligieron una severa derrota a los cristianos (Alarcos, 1195). Su declive se inició tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212).

La conquista del valle del Ebro

Durante el siglo XI, el reino de Navarra tuvo una escasa expansión, porque su frontera en el Sur limitaba con Aragón y Castilla.

En el Este de la Península, la iniciativa conquistadora correspondió a Aragón, que descendió hasta Zaragoza, y al condado de Barcelona, que repobló el campo de Tarragona.

Más adelante, el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV (1131-1162), completó la conquista de los actuales territorios de Cataluña, llegando hasta la desembocadura del Ebro. 

Por su parte, en 1171, Alfonso II completó la expansión del reino de Aragón con la conquista de Caspe y Teruel.

Las repoblaciones

La repoblación era la ocupación por nuevos habitantes de las tierras que se habían mantenido deshabitadas (valle del Duero y Plana de Vic) o que los reyes cristianos habían arrebatado a Al-Andalus (valle del Tajo, valle del Ebro). 

Estas tierras, que pertenecían al monarca, eran entregadas a nobles, para que las defendiesen, o a monjes, para que construyesen monasterios. En los primeros siglos de la expansión de los reinos y condados cristianos se realizaron dos tipos de repoblaciones:

  • Las repoblaciones libres (siglos IX-X), mediante presura o aprisio, por las cuales el rey concedía las tierras a repoblar a campesinos y campesinas libres. Los colonos y las colonas que se instalaban en ellas poseían pequeñas parcelas de tierra (alodios) y formaban aldeas en las que pastos, agua y bosques eran bienes colectivos.

  • Las repoblaciones concejiles (siglos XI-XII), organizadas de forma colectiva por los monarcas en zonas de frontera que sufrían continuos ataques. Para estimular la repoblación de ciudades o crear otras nuevas, los reyes otorgaban privilegios a sus habitantes.