Como en otros países de Europa, en el siglo XIX se produjo en España el fin del Antiguo Régimen y la construcción de un nuevo Estado liberal. La inexistencia de una burguesía condujo al país a un peculiar modelo de revolución liberal, donde el ejército se convirtió en el garante de la monarquía constitucional y el caciquismo obstaculizó el libre juego democrático.
A lo largo de la centuria, el país se vio inmerso en diferentes conflictos: una guerra contra el Imperio napoleónico, un conflicto civil entre liberales y absolutistas (guerras carlistas) y una guerra de emancipación de las colonias americanas.
El proceso de Revolución Industrial en España se realizó con un cierto atraso respecto al Norte de Europa. Los sectores textil y siderúrgico catalanes y vascos, fueron los primeros en industrializarse, aunque su crecimiento se vio dificultado por la falta de un mercado articulado.
El resultado fue el excesivo peso del sector agrario en la economía y el mantenimiento del predominio social de la oligarquía rural, que contrastaba con un campesinado pobre. La burguesía y el proletariado, protagonistas de la nueva sociedad industrial, tuvieron un crecimiento mucho más lento.