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El día del libro de 2018

Se acerca el Día del Libro, lejos de discutir la fecha, que puede dar para un largo artículo, me quedo con el día. Una fecha elegida, no sin polémica, para festejar el día de las letras, para festejar la cultura, su abaratamiento con la imprenta de Gutenberg en 1455, que hizo que el humanismo y las ideas llegaran a todos, haciendo posible su difusión sin la necesidad de pasar por los amanuenses.

Pero hubo instituciones y personas que no estaban de acuerdo en estas ideas o saberes y siempre estuvieron de acuerdo en calentarse con los conocimientos de otros, en sentido literal echaron las hojas de sabiduría al fuego para su purificación y desaparición para todos los tiempos. No es sino una forma de intransigencia o fanatismo contra todos aquellos que pueden y quieren pensar diferente a lo establecido ya fuera por la religión o por el Estado.

Nos quedan en el recuerdo la quema del “donoso escrutinio” de la biblioteca de don Alonso Quijano y se encargan de recordarnos en cada película de nazis o de la Segunda Guerra Mundial, las quemas de libros en la Alemania de los años de 1930. Ese Indiana Jones vestido de oficial alemán que ve una quema de libros en Berlín junto al Führer, o aquella donde la “Ladrona de libros” se queda con alguno para leer. No era más que la censura hacia autores marxistas, judíos, pacifistas o simplemente pensadores extranjeros que el Estado nazi veía con malos ojos. Estas quemas en Alemania se hicieron a lo largo de 1933 con el asalto al poder del NSDAP, alrededor de setenta en todo el año, pero no fueron las únicas, se continuaron avivando las hogueras.

Pero a lo largo de la Historia hubo más quemas, como el fuego que alimentó el Códice Maya en 1562, realizada por el sacerdote Diego de la Landa en Maní (Yucatán) para como él mismo dijo, “para que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos”.  Pero en España, eso de quemar libros, nos ha gustado. No sólo al finalizar los cursos académicos, a nuestras materias más odiadas les metíamos fuego en la hoguera de San Juan, para dignificar nuestro espíritu y para dar nueva vida a la Física o las Mates, quien sabe si de eso saldría algo bueno… Pero como decía, en la Corona Hispánica del siglo XVI también nos gustó eso de meter fuego, ¿acaso tendremos algo de pirómanos?, pues parece que sí. Libros andalusíes se quemaron por el cardenal Cisneros, la quema de Bib-Rambla, desapareciendo la biblioteca de la Madraza granadina, eso sí los de medicina, filosofía o historia se les devolvían a los moriscos. O también nos gustaba quemar libros y manuscritos, cuando había un Auto de Fe se aprovechaba para limpiar el ambiente de libros impíos, aunque si alguna deuda o sentencia no favorable se quemaba, ésa quedaba perdida para la posteridad.

Sin duda, una tradición que se ha mantenido en el siglo XX en las quemas de libros por los sublevados en la Guerra Civil española y los republicanos contestaban quemando imágenes santificadas, una respuesta en toda regla. Esa tradición se pasó, junto a nuestros genes, a los argentinos que realizaron las grandes quemas de libros comunistas en 1943 y la quema del 24 de marzo de 1976 en la dictadura de los generales, todos eran de autores comunistas o que no comulgaban con el recorte de libertades que vivió en esos años la nación sudamericana, en opinión del general Luciano Benjamín Menéndez se hacía para “que no quede parte de estos libros que engañan a nuestros hijos […] destruimos por el fuego la documentación perniciosa para el intelecto y nuestra forma de ser cristianos.”

Pero hemos evolucionado, ¿seguro? En Valencia, España, en 1976, se quemaban libros considerados de autores “catalanistas” frente a la Diputación Provincial. Lo dicho toda una tradición. Ya en pleno siglo XXI, el Daesh, quema los libros que considera lesivos a su identidad y fanatismo religioso, creo que los quemaron todos, salvo el Corán. También en Paraguay se ha ofrecido desde el ministerio de Educación hacer una gran quema de libros para satisfacer a grupos “pro-familia”, conservadores y religiosos ante algo de contenido sobre igualdad de género en los libros de texto de los colegios.

 

Dejando un poco de lado la intransigencia, ya sea ideológica o religiosa, la quema de libros no es sino la involución del género humano cuando no es capaz de entender ni debatir las ideas contrarias con palabras o con el poder de una pluma a sus congéneres. La diversidad es la verdadera riqueza de este mundo, un mundo que cuanto más multicultural se hace, más patrimonio deposita en sus futuras generaciones. Festejemos el día del Libro como lo merece, un día donde las letras y las palabras deben brillar por encima de todo y de todos. Hagamos una hoguera pero de sabiduría en nuestras cabezas, leamos todo lo que caiga ante nuestros ojos para entender que este mundo nunca dejará de rodar y evolucionar aunque algunos se empeñen en hacerlo arder.




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